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del editor |
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Diego Artero, un joven abogado laboralista, habla de madrugada con su pareja, Teresa Aguirre, periodista en un periódico local, en el piso que ambos comparten. Llevan meses persiguiendo el tener un bebé, por ahora de manera infructuosa. La conversación se interrumpe por unos gritos que provienen de la calle y que comienzan siendo difusos e ininteligibles para poco a poco convertirse en el inconfundible sonido de una pelea. Diego se asoma a la ventana; tras unos instantes y con visible nerviosismo le pide a Teresa que le alcance su móvil. Éste graba desde su ventana el altercado que se está produciendo. Javier, le duele la cabeza y tiene sangre en la camiseta. Él es el joven que acaba de ser apaleado. Diego le consuela y le hace saber que tiene todo el altercado grabado en la cámara de su teléfono móvil, con este material lo que acaba de suceder es objeto de denuncia. Javier no quiere saber nada del asunto; Diego, sorprendido, insiste, Javier le pide que le deje en paz. Ante la insistencia del otro y los ruidos lejanos de un coche de policía acercándose, Javier lo amenaza y sale de allí a toda prisa. Diego decide por su cuenta colgar el vídeo en la red, en un intento de identificar a los agresores del muchacho. Olga diseña joyería en el pequeño taller que tiene en casa. Vende personalmente sus creaciones a las tiendas. Sus diseños tienen cada vez más éxito. Ahora está a punto de cerrar un muy buen trato con un comprador argelino afincado en Ibiza. Pero el trato se ve interrumpido por una llamada desesperada de su hija, Ruth, lo que obliga a Olga a viajar de vuelta a su ciudad de inmediato. Ruth está siendo acusada en las redes de ser una de las agresoras de Javier. Sobre esta base quiero hacer un recorrido por las pulsaciones que mueven a los personajes, exponer sus realidades indagando, por ejemplo, en el personaje de Ruth, la joven, objeto de los insultos más despiadados en la red, pero cuya presencia en el lugar de los acontecimientos es difusa. Con ella, pero con el resto de personajes también, busco la manera de plasmar un constante cambio de punto de vista. No quisiera caracteres que captaran nuestra adhesión o repulsión instantáneas, no importa si han sido ellos o no los culpables de las acciones que se les atribuyen, si sus motores son éticamente reprobables, el caso es que ya están siendo estigmatizados, reconocidos como culpables sin que nadie los haya juzgado con justicia previamente. Me gustaría poner al público en esa tesitura, la de saberse jueces prematuros. ¿Participó Ruth en el altercado? ¿Utiliza a su favor la dificultad de ser identificada en esas circunstancias? Las dudas razonables que se abren en estas escenas serán motor de acción de la trama. No pretendo que estos encuentros personaje a personaje sean un mero mecanismo narrativo para incrementar el interés, sino que debería funcionar como recurso para que la función vaya desplegándose, conformando el mapa de acontecimientos y de relaciones entre ellos en una constante reevaluación de las posibles conclusiones iniciales. |
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