GRIETA DE FATIGA |
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22,12 €
Segons resposta
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Cada vez que atrapaban al huidor eran las mujeres quienes suspiraban por que recobrara la libertad, aunque no era un hombre hermoso, y él no tardaba en fugarse y se lo volvía a ver trepado en las cornisas peligrosas del centro o en las azoteas suburbanas o colgado en las partes traseras de los tranvías. La gente lo señalaba con la misma excitación con que en otras partes se señalaba a un político importante o una actriz famosa, porque era impresionante verlo doblar las esquinas, esquivar los coches y ganar las aceras profundas. Su mujer se pasaba la vida remendándole su ropa desgarrada por los tirones de los agentes. –Un día de estos te va a dar un ataque de tanto correr. Deberías conseguirte un empleo decente como todos. Pero mientras él conseguía ese empleo, tenían que vivir de las chambritas y otras prendas de bebé que ella tejía para clientes particulares y tiendas de ropa. En su casa el huidor se movía poco, le gustaba mirar los techos de los edi?cios vecinos y repasar eternamente los saltos y requiebros necesarios para pasar de un techo a otro. Sobre todo le gustaba sentarse en el único sillón mientras sus hijos jugaban, poner la mente en blanco y “ver” su fuga del día siguiente, adivinar el ritmo, la velocidad y los recortes que iba a tener, sentirla en su cuerpo con su temperatura particular, como una cosa viva. |
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