La filosofía es la mejor herramienta que existe para edificar una identidad lo suficientemente sólida para afrontar la volatilidad de los tiempos actuales. En pleno siglo XXI, la época de la globalización, el individuo está experimentando una paradoja muy especial: por una parte, vivimos en un periodo de máximo auge del individualismo, gozamos de una libertad desconocida hasta el momento y el liberalismo nos ha dotado de los instrumentos necesarios para desarrollar nuestra singularidad. Pero por otra parte, esta apertura nos ha llevado a una mayor desorientación cuando construimos nuestra identidad. El enorme abanico de opciones de las que disponemos ha ensanchado tanto el horizonte que hemos perdido las referencias cercanas, entre otras cosas porque todo se ha vuelto colindante, todo parece y se siente como próximo. Y aunque tenemos más opciones que nunca, a la hora de constituirnos como individuos singulares somos cada vez más uniformes y homogéneos |