La pérdida de las Islas Filipinas, Cuba y Puerto Rico a finales del siglo XIX fue un desastre para España, su economía y su prestigio internacional, pero además una terrible sangría de vidas. Las enfermedades y en menos medida los combates castigaron con dureza a los jóvenes soldados que habían abandonado sus hogares hacia un futuro incierto. Para muchas familias, sobre todo de gente humilde, su partida suponía no solo perder un hijo, sino también la mano de obra necesaria para el sustento del hogar.Julio Requena Pérez fue uno de ellos. Dejó su tierra valenciana de Camporrobles en 1896 y no regresaría hasta 1900, casi dos años después de acabar la guerra. A través de sus recuerdos desgrana con crudeza, ironía y humor sus avatares desde que dejó el puerto de Barcelona hasta sus últimos años de cautiverio previos a su repatriación. |