No llegan a cuarenta los arquitectos españoles de todo tipo que se aventuraron en tierras italianas durante doscientos treinta años, entre 1516 y 1746. Y está bien entender así sus viajes, como aventuras, empresas de resultado incierto y que presentan riesgos, porque tales condiciones forman siempre parte del viaje, pero más aún en los tiempos de los que este libro trata. El viaje constituyó también para los arquitectos españoles una experiencia formativa y vital que marcaría la posterior actividad artística y crítica de quienes lo habían realizado. Ampliando y perfeccionando sus conocimientos, gracias al viaje conseguían formar una memoria visual muy importante para la educación del gusto y en la que el viajero podría después encontrar inspiración, interrelaciones y antecedentes sobre los que apoyar tanto sus propios procesos creadores como su más personal juicio estético. |