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Cuando escribà las estampas que siguen me encontraba en una de mis primeras largas estancias en México, en el mismo meridiano que abarca, por ejemplo, Mali, Sudán, parte de Arabia, la mitad septentrional de la India y el sur de China, o sea, que vivÃa por «debajo» de España y, más en concreto, de los primeros destinatarios de las mismas, vÃa correo electrónico, con una diferencia además de siete horas. Sin embargo, por encima y debajo de toda latitud, traté de situarme en otra muy distinta, la propia interior, esto es, por decirlo con palabras gastadas, la latitud del corazón, donde no existe ni el espacio ni el tiempo aparentes ni el calor ni el frÃo y donde se unifica el presente vivido con el pasado y su memoria. Con esto quiero decir que, a pesar de esas diferencias señaladas, no sólo no estuve lejos de mis destinatarios, sino que los tuve más presente que nunca al trasladarles las rápidas imágenes verbales de mi asombro por una cultura y sociedad deslumbrantes y complejas. He aquà una muestra.