La fascinación que Sabato ejerce sobre Mario Saavedra, y que esta obra nos transmite, se debe a que el autor argentino parece un visitante que viene de otra realidad desconocida y visible solo en su literatura, acercándolo a nociones como lo sobrenatural y la quimera (hay que ver que Sabato fue un gran estudioso de las matemáticas y gran lector de Einstein, quien decía que la imaginación antecede a la ciencia). El libro tiene además un aspecto que te atrapa de inmediato: lo biográfico. Por eso es significativo este retrato que hace del escritor argentino: “A través de sus declaraciones de los últimos años lo vemos poseído por una zozobra espiritual sumamente intensa: le preocupa, hasta la angustia, el destino de la humanidad”. Algo que manifestó como un tema axial de su obra y de su vida desde que empezó a escribir. O sea, con esa imagen Saavedra abre el libro y con esa misma lo cierra, más allá (o más acá) del examen exhaustivo y brillantísimo de lo literario en Sabato. Y es que no hay nada inútil en este libro, ninguna cita (que abundan); nada deja su papel de ser, o de llegar a ser, como elemento indispensable para el acorde final. |