Maffeo Barberini luego papa Urbano VIII y Galileo Galilei fueron grandes amigos desde que se conocieran en Pisa, estudiando, el primero, leyes, y el segundo, astrología y mecánica. La amistad nunca se interrumpió, llegando a hacerse íntima cuando el futuro pontífice y el genial cosmógrafo coincidieron largas temporadas en Fano y Spoleto. El pontífice nos relata en primera persona su vida, entrelazada estrechamente con la del astrónomo. Siendo ambos florentinos, el lector se sitúa en la capital de la Toscana y en la forma de vida de los Estados Pontificios durante el siglo XVII. No hay que decir que los juicios a los que fue sometido Galileo por la Inquisición ocupan un lugar preferente en la novela, lo mismo que su sorprendente desenlace, pudiendo hablarse de un antes y un después de la Iglesia Católica y también de las reformas a partir del instante en el que Galileo, ante el tribunal que lo juzgaba, declaró, en referencia a la Tierra: Eppur si muove |