Confluyen en En los estantes de Gilabert las voces de los otros, las manos de los otros, el pasado y el futuro, la inteligencia y el corazón. Hay que recuperar la persona articulada y unida en la que cobra sentido la multiplicidad de sentidos que en nosotros se cruzan. Más allá de microrrelatos y de relatos quebrados, de afectos descabalgados, de identidades desencajadas, algo comienza a despuntar en esta dirección. Y es este libro un testigo que se suma a esta resurrección integral sin casi haberlo pensado (sin pretenderlo ocurren las cosas que dejan poso más allá de la impostura artística) |