El vientre de la ballena en el que se gesta la «creatura» se equipara al horno del alquimista donde se opera la transmutación del plomo en oro. El fuego de la pasión por la verdad y el amor hacia ella actúa de tal modo que el pensamiento se sutiliza y la tontera desaparece, las concepciones vulgares caen hacia lo bajo por su propio peso y el alma se libera de adherencias. De manera semejante al embrión físico, el iniciado (alquimista) necesita de lo luminoso, es decir, de la claridad que se irá imponiendo gradualmente mediante el estudio atento y concentrado de la doctrina esotérica (Ciencia Sagrada) cuya asimilación se fortalecerá por la reiteración ritual sucesiva, base fundamental en el proceso. |