En este mundo fugaz y vertiginoso en el que vivimos, la distancia entre letra y lector resulta cada vez más imprevisible. Disminuye o aumenta de manera caprichosa. Se enciende. Se apaga. Y a un ritmo desenfrenado. Todo se escribe, nada se lee; todo se conserva, nada se recuerda. Y si acaso las letras desaparecieran, atacadas por un virus informático, cualquiera de esas pestes que hoy en día empresas o grupos o individuos propagan regularmente para que otras empresas, grupos o individuos vendan sus pesticidas, si acaso estas letras se borraran, por un error de manipulación, por un descuido... Lo mismo da. El mundo sucede sin tu participación. |