Hace siete años que el joven Walter Fendrich ha emigrado a la ciudad. Allí lleva una vida que él mismo califica de pasable, trabajando como reparador de lavadoras, aunque no siempre fue así. Su infancia y su primera juventud estuvieron marcadas por la dura posguerra alemana y el hambre, una sensación implacable que le dejó obsesionado con la idea de conseguir pan, paradigma de las necesidades humanas básicas. Lo que no sabía Walter al despertarse ese lunes por la mañana es que suexistencia gris, en un país que pugnaba por dejar atrás las miserias de la guerra, iba a cobrar verdadero sentido con la llegada de Hedwig, una muchacha de su pueblo que viajaba a la ciudad para trabajar como maestra. |