En varios países de Europa occidental y Estados Unidos, el discurso sobre el otro -entendido como una nueva toma de conciencia de los mecanismos de poder, en cuanto a la discriminación por razones de género, etnia, raza, credo, clase y sexualidad- llega a un punto de inflexión en los años 60, cuando hacen implosión en el espacio público diferentes movimientos de protesta. No obstante, en la década de los 60 y principios de los 70, la España del estado de excepción, del desarrollismo económico y de la emigración se mantendrá relativamente ajena a estos nuevos posicionamientos. El país es telón de fondo de una dictadura decrépita que aún pretende someter a la sociedad española a un proceso interminable de hibernación intelectual e ideológica. Será con la transición y la consolidación democrática -momento en el que cobran legitimación oficial las diversidades nacionales, culturales y lingüísticas- cuando se comiencen a indagar libremente aquellas identidades que no responden a los cánones establecidos por el imaginario del nacionalcatolicismo. A partir de 1978 España expresará públicamente su carácter plurinacional y multicultural. La nueva España democrática y europeísta pasará a convertirse en foco receptor de flujos migratorios. Esto hará replantear el concepto de ciudadanía y traerá aparejado complejos desafíos que desbordarán los viejos prejuicios que otrora acompañaron a judíos, musulmanes y gitanos. |