El Free Cinema, movimiento vanguardista cinematográfico, exhibió en Londres 23 películas en seis programas entre 1956 y 1959. Sus artífices –Lindsay Anderson, Karel Reisz, Walter Lassally y John Fletcher, entre otros–, pensaban que era posible hacer un cine poético a base de planos independientes, que el propio espectador adulto sería capaz de unir y de convertir lo particular en universal, lo racional en irreal, la realidad en ficción. Este libro no trata solo sobre cine. Los jóvenes que formaban la larga cola junto al Támesis el 5 de febrero de 1956 para ver el primer programa Free Cinema no eran clase obrera. La mayoría pertenecía a una nueva generación que rechazaba los ideales de sus abuelos y de sus padres, quizá por la frustración que los condenó o bien a morir en la 1ª o en la 2ª Guerra Mundial o bien a vivir sumidos en una profunda desilusión. Estos jóvenes representaban una nueva realidad, una nueva cultura minoritaria, pero mediáticamente notable. Así, el Free Cinema convivió con los jóvenes airados de la novela y el teatro; con los poetas de The Movement; con los artistas que darían pábulo al pop con su apertura a las emociones, a las masas y a la ruptura con el arte de entreguerras; con los clubs de jazz en los que se reunían liberados de los prejuicios de sus padres; y con una nueva filosofía existencialista que se aleja de los ideales por los que luchaban las generaciones anteriores. Ahora el individuo, a veces en soledad, afronta su destino en grandes ciudades, solo, desarraigado de su pasado. |