En la nueva era digital el poder está más centralizado que nunca, pero se ha vuelto invisible, subterráneo; lo cual resulta sospechosa-mente conveniente para unos pocos. Si la vigilancia de los ciudadanos era un privilegio del estado, la nueva industria tecnológica basada en la explotación del usuario ha cambiado brutalmente los parámetros en pos de una lucha feroz por el recurso más limitado de nuestro tiempo: la atención. Sin darnos cuenta y sin sentirnos en peligro cedemos nuestros datos y nos dejamos llevar por un sistema que lo controla todo. Porque cuando se trata de engagement, no hay lugar para la política, ni para los valores, ni para la ética |