Dice Jaime Siles en el prólogo, que “Antonio Barnés –como los pintores y poetas de nuestro Siglo de Oro, que aprendieron tanto de los preceptos estéticos de Trento como de los detalles cotidianos convertidos en arte por los marinistas italianos– quiere practicar lo que los tratadistas del Barroco llaman realismo transcendente, que es el que nos eleva y no el que nos rebaja. Lo que le permite escribir versos tan humanos como éstos: Es perfecta tu imperfección/ y maravillosa tu vulgaridad, porque lo que busca es el punto de intersección entre el instante y lo eterno, ya que para él El instante y lo eterno/poseen la misma duración. De ahí su interés y casi fijación por la inmóvil movilidad de la libélula” |