Evóquese la provincia de familias católicas, de niños y adolescentes deslumbrados, de tías espantadizas, de curas que eliminan los besos de las películas, “no vaya a ser...”, de censores municipales que salvan a los espectadores del vicio nefando de la curiosidad. Allí el niño y el adulto de igual nombre, regresan al pueblo detenido en su lejana movilidad. Y se sumergen en el mar de las mitologías, las suplantaciones, la voluntad de representación. Del paraíso dislocado se desprenden historias insólitas. |