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Considérenme amante incondicional de la poesÃa en cualquiera de sus hábitos, de sus hálitos, de sus excusas y sensaciones; pues me inunda la angustia y me pierdo en un amasijo de dudas al alejarme del espÃritu que esconde. Cual Prometeo, a diario, regenera mi pasión tras ser devorado por las garras que en ocasiones rocÃa su indiferencia. Son muchos los vientos que mecieron la tarde desde aquellos primeros e inocentes poemas escritos a escondidas. Ya mi locura se ha vuelto rutina, lo extraño serÃa vivir al margen de estos sentimientos que sustentan mi voluntad, que encienden la lumbre que alienta mi empeño. Los versos me acompañarán eternamente. Fundidos, a golpe de un recuerdo que se sostendrá más allá del agota- miento de la espera