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La escritura es una piel que nos viste: por minutos somos otro que habla de nosotros y por nosotros siente que el tiempo se acaba. Pero cuando aparece el sentimiento de tristeza o alegrĂa, entonces termina la escritura y la piel se rasga. A caballo entre la filosofĂa y la mĂstica, Oriente y Occidente, la poesĂa y la prosa metafĂsica, este sutil texto de alto lirismo rehuye las clasificaciones demasiado estrechas y se inscribe en una tradiciĂłn de obras de carĂĄcter universal que no son sino una bĂșsqueda de lo inefable en las profundidades de la escritura en cuanto tal. Un sinfĂn de referencias manifiestas o alusivas teje una urdimbre que une los fragmentos, a modo de palimpsesto cultural: escuchamos una voz Ășnica en un soliloquio sagaz y ensimismado, que a la vez hace resonar un murmullo de otras voces ineludibles -mĂsticos, filĂłsofos, eruditos de la cultura, poetas, artistas, cineastas ...Juan de la Cruz, Maestro Eckhart, Ramon Llull, Nietzsche, MarĂa Zambrano, Mircea Eliade, Juan-Eduardo Cirlot, Ruusbroeck, Schiele, Lars von Trier...- y en los silencios se hace inminente la epifanĂa de lo inaudible. Cada fragmento entreabre puertas que conducen a caminos del pensamiento que se renuevan con cada lectura, que permanecen siempre incĂłgnitos, cuyo tĂ©rmino no deja de ser insondable. Invitan al lector a perderse y encontrarse en el laberinto de estas meditaciones tan veladas como reveladoras.