Edgardo Vega, tras su exilio en Canadá, regresa a El Salvador para acudir al entierro de su madre. Ya el viaje se le hace insoportable, sus compatriotas le resultan repulsivos y provocan en él un estado de ansiedad. Todo esto se lo cuenta a Moya, antiguo compañero, el cual reproducirá posteriormente el salvaje monólogo de Vega. El Salvador le resulta a Vega despreciable, arremete contra todo: Iglesia, educación, política, su propia familia... Sin dejar títere con cabeza, vomita sus críticas hasta el punto de que su discurso, y él mismo, se identifican con el lúcido escritor Thomas Bernhard |