Y si el autor, “poniéndose en los zapatos” de mentes atormentadas, o decepcio-nadas o angustiadas o desesperadas o todo ello, nos conminara desde el surrealismo, la paranoia o la desdicha a ver la sociedad y la suciedad con esos ojos? ¿Y si el autor quisiera despertar las conciencias dormidas, la apatía, la desidia de las personas que nos vamos tornando masa? ¿Y si disparase en este diario en el sentido que da a es-cribir Vargas Llosa “Se escribe para llenar vacíos, para tomarse desquites contra la realidad, contra las circunstancias”? Eso es algo que usted debe descubrir, sin perder de vista que Iván Mendoza consigue mantener su pulso poético incluso en estas tramas ariscas, arduas y cambiantes. De ese modo, con la con-traposición entre lo más terrible y lo más poéti-co, con la metáfora, la comparación y la parado-ja, arma historias, en las que cada expresión da muestra de su trabajo con la palabra |