El 12 de abril de 1939, Antonio Blanca dejaba en España a su mujer, Carmen, y a su hijo, Antoñito, y se dirigía al exilio argelino a bordo del Ronwyn. Al otro lado del Mediterráneo quedaba su vocación de escritor y su prometedora carrera. En Argelia no le esperaba la ansiada libertad, sino el internamiento en varios campos: el cuartel Berthezène, campo Morand y centre d’hébergement de Cherchell. Allí hace frente al dolor por la separación de su familia y a la dureza de las condiciones materiales de su exilio a través de la escritura. |