Con una educación formal precaria, como muchas de las mejores cabezas que han visto la luz en nuestra esquina del mundo (Recabarren, Mariátegui, Bolaño), Manuel Rojas se las arregló para educarse él por su propia cuenta. Leyó mucho, muchísimo, para entenderse de ese modo a sí mismo, para entender los requerimientos de su oficio y para entender la realidad política y social en que vivió. Y es la huella de esas lecturas, de lo que ellas suscitaron en su inteligencia y en su sensibilidad, lo que está en este De la poesía a la revolución y en su literatura toda. Mi opinión es que a nadie que hoy se acerque a esa literatura con verdadera seriedad le está permitido ignorarla.
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