El “sistema cortesano” (Edad Moderna) tuvo unas estructuras y una justificación distintas de las Monarquías constitucionales (Edad Contemporánea). Su justificación ideológica se basaba en la filosofía clásica (Aristóteles), que consideraba al hombre “como un animal social” y a la familia como célula o elemento fundamental de la organización social. De acuerdo con estos principios, el príncipe gobernaba sus reinos como un 'pater familias', cuyos saberes y prácticas se encerraban en lo que se denominó la 'oeconomica'. Esto significaba dos cosas: primera, que la “casa real” era el núcleo desde donde se articulaban las relaciones de poder que configuraban el reino; segunda, que estas relaciones de poder se fundamentaban en vínculos no institucionales, esto es, en relaciones personales (parentesco, patronazgo, clientelismo, familiares o de costumbre), para lo que el monarca utilizaba la concesión de mercedes y favores con el fin de mantener fieles y cohesionados en su entorno a los nobles poderosos. Esta organización política con su forma de proceder, su estratificación social y su cultura específica es lo que denominamos “sistema de corte”. Ciertamente, a lo largo de la Edad Moderna, los letrados, mediante sus creaciones legales y sus comentarios de textos clásicos, auxiliaron al monarca en su afán de centralizar y racionalizar esta estructura política, si bien, con harta frecuencia, los monarcas intervenían (a través de la concesión de gracias y mercedes) rompiendo la uniformidad e imparcialidad que pretendían, pues, la organización doméstica (de donde partía todo) era en esencia opuesta a la del Estado (liberal). La Monarquía española durante la Edad Moderna no fue una entidad política centralizada con leyes e instituciones comunes en todos los territorios que la compusieron. Todo lo contrario, fue una yuxtaposición de reinos, en los que cada uno conservó su propia organización política y administrativa conforme se fueron uniendo (desde el siglo XV), ya fuera por herencia o por conquista, que estaban bajo la jurisdicción de un mismo monarca. Esto significó que no solo existieron instituciones y legislación diferentes, sino también que cada reino mantuvo su propia casa real y su corte aunque el rey no residiera permanentemente en ellos (esta deficiencia venían a llenarla los virreyes). La diversidad de casas reales llevó a numerosos enfrentamientos entre los servidores de las distintas casas, al mismo tiempo que suponía un gasto desmesurado para las rentas de la corona |