Estas páginas encuadernadas son varios libros a la vez, muestran a muchos Charlys Garcías pero que, en el fondo, siempre es el mismo: desde los setenta a las primeras décadas del siglo XXI, una delgada línea –atravesada por la ética y el idealismo artístico– parece enhebrar aquello que a simple vista luce disociado. No podía ser de otro modo este artista que, primero, fue él mismo libre de verdad y luego transformó la cabeza (y los cuerpos) de millones de personas. Podríamos colegir, finalmente, que en las páginas que siguen se relata esa epopeya en manos de un flaco alto, con un bigote de dos colores y un piano. |