En 1939, Eladio Ferlosio regresa a su pueblo con la vana ilusión de que la guerra haya respetado a su familia, a sus paisanos y a su amada. En 1935 Teodoro Sacristán también vuelve a su pueblo tras haber abandonado el seminario. Quiere ser pintor para poder reflejar los colores intensos de la vida. Las vidas de Eladio y Teodoro se entrecruzan con maestría en esta novela llena de ese realismo mágico que construye personajes inolvidables y que se detiene en el color y la alegría con la misma maestría que en el dolor y la muerte para señalar, una vez más, la insensatez de la guerra |