Después de la aventura del barco encantado del río Ebro, don Quijote y Sancho, ya calmados tras su loco asalto a los molineros, "volvieron a sus bestias y a ser bestias". La calificación de los protagonistas como “bestias” después del ataque y no en su desarrollo, incita al autor a buscar el motivo de su inclusión bajo este término que engloba en la tradición latina de la época a “todo género de animales, terrestres, volátiles y acuáticos”. Advierte que, en muchas otras ocasiones, han recibido también bautizos zoológicos por arte del narrador o de otros personajes: león carnicero, toro que brama, ganso nadador, gavilán no perchero, tigre fiera brava, hijo de sierpes, don bacalao, liebre asustadiza, palomo... asno sin cola. Mochuelo espantadizo, lirón durmiente, galápago, cernícalo lagartijero, rana, buitre, gerifalte... No solamente intervienen Rocinante y rucio como elementos importantes de la historia, otros muchos animales forman parte viva de la novela, en la que participan activa o pasivamente. En este libro se analiza su presencia y significación en la ficción, su representación rural y costumbrista, su utilización como resorte de la locura del hidalgo y como recurso retórico y fantástico |