El término “astilla” remite a la infancia, al daño. Todos recordamos la experiencia: alguna vez sufrimos en nuestra piel su dolorosa marca. Un dolor intenso provocado, paradójicamente, por una brizna de madera, por una espina casi invisible. En esa metáfora se sustenta la sucesión de Astillas en forma de poemas que tienen su origen en momentos sombríos, en una tristeza interior que busca en el silencio una suerte de consuelo y guarida. La herida se proyecta en espejos imaginarios y encuentra su dimensión más inquietante en la realidad de la muerte y en la experiencia de un cuerpo agotado. Los días, en cada amanecer, asoman inciertos, difíciles, y la vida avanza bajo la sombra de obligaciones y renuncias que la limitan. La casa deja de ser refugio y hogar. |