AMOR, SEXUALIDAD Y ADOLESCENCIA : SOCIOLOGíA DE LAS RELACIONES AFECTIVOSEXUALES |
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$ 21.00
Según respuesta
del editor |
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El magnífico título prestado por Adrienne Rich vino a mi mente desde que leí este libro, en su forma inicial de tesis. ¿Por qué razón? Porque se trata precisamente de una investigación que pretende desvelar unos cuantos secretos, levantar un montón de silencios, establecer un conjunto de verdades. Y lo hace sobre uno de los temas que más nos importan y que, al mismo tiempo, sigue prisionero de un gran número de tabúes y prejuicios que nos impiden conocer con claridad la situación actual de su desarrollo. Seamos claros: si hay algo que preocupa de verdad a los seres humanos, que puede hacerles sumamente felices o sumamente desgraciados, esto es el amor, y especialmente el amor unido a la sexualidad. Hoy lo sabemos. Probablemente siempre lo hemos sabido, pero, por lo menos en nuestra cultura cristiana –y me temo que no es la única- siempre se ha silenciado, se ha reprimido y ocultado la necesidad de amor, el deseo de sexo. Una madre podía hablar con su hija durante horas respecto de cómo limpiar la casa, como hacer un bordado primoroso, como cocinar platos deliciosos; sin embargo una conversación franca entre madre e hija sobre sexualidad ha sido algo tan insólito hasta fechas recientes que probablemente hallaríamos poquísimas mujeres que las hayan mantenido. Por lo menos, esta es mi experiencia después de haber hablado de estos temas con muchas de ellas. Y en cuanto a los hombres, por lo que sabemos las conversaciones con los padres han sido igualmente inexistentes, y la educación sexual se ha confiado a menudo a primeras experiencias con prostitutas, esperando que con ello ya aprendieran cuanto necesitaban. ¡Y así nos ha ido a unos y a otras! Hoy sabemos la enorme importancia que tienen para nuestra vida los afectos y la sexualidad. Pero hubo que esperar a Freud, en un tiempo que para la humanidad es ayer mismo, para que ello se dijera en voz alta, con toda claridad, y para intentar mover la losa que cubría tal verdad. Y en los años transcurridos desde entonces, muchas cosas han cambiado, y, sin embargo, en demasiados aspectos sigue el silencio, la imposición, la ignorancia. En una sociedad que pretendemos del conocimiento, seguimos rodeando de errores y malos entendidos el ámbito de los afectos y los impulsos eróticos. Y ello tiene un extraordinario coste, sobre todo para las y los jóvenes. Es cierto que algo ha cambiado. Hay una parte de la losa que se levantó. Ya no pesa la repulsa social sobre las mujeres que aman fuera del matrimonio, que mantienen relaciones sexuales. La posibilidad del control de natalidad ha permitido un acceso más libre al sexo. Sabemos que hay adolescentes que mantienen relaciones sexuales desde edades tan tempranas como los 13 años. Esta dimensión de libertad, que hay que saludar como algo positivo, tiene sin embargo su lado oscuro: sabemos también que cada vez son más frecuentes las enfermedades de transmisión sexual incluso en esta edad, y que no siempre existe la protección adecuada para evitar los embarazos no deseados. ¿Falta de información, miedos, imposiciones masculinas, falsas creencias? ¿Qué ocurre en la mente de las generaciones jóvenes, cómo se orientan en la actual jungla de datos contradictorios, rumores, incitaciones, desinformación? Hay todavía demasiados intereses que ocultan la realidad, que la cubren de debates que nada tienen que ver con las necesidades humanas que impiden que se transmita adecuadamente la formación necesaria a las jóvenes generaciones. Como todo, el debate sobre la sexualidad, sobre su conocimiento, se ha convertido en una cuestión ideológica manejada con intenciones políticas y religiosas. Las familias no saben cómo abordar la educación emocional y sexual, y, a menudo, tampoco el profesorado lo sabe. La Iglesia combate todo intento de luz, de apertura, de claridad en este ámbito. Las necesidades básicas de las personas jóvenes no son debidamente tenidas en cuenta, y en la algarabía de debates sobre el aborto, los métodos anticonceptivos, el uso de preservativos, la virginidad, la violencia de género, las y los adolescentes se debaten como pueden, al impulso de las presiones de su entorno, de los modelos televisivos, de los prejuicios persistentes. Sus hábitos han cambiado, pero ¿qué ocurre con sus conocimientos? Poco sabemos de ello: el morbo del tema hace que existan escasos estudios serios, y que los medios de comunicación divulguen las noticias más llamativas o escabrosas sin que en muchos casos exista el control suficiente sobre su veracidad o su alcance real. Ahora que la libertad exige nuevos códigos de conducta, nuevas formas de educación sexual y afectiva, la confusión es, en cierto modo, mayor que nunca. |
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