A contratiempo nos pasea, con un pulso poético firme y decidido, por los relieves más esdrújulos de la reflexión de un universo intimista y lleno de matices. El yo que se funde con la naturaleza y con el mundo, el yo que habita en el tiempo minúsculo que hay entre dos letras antes de constituirse en palabra, el yo que se enfrenta con las adversidades, con todos sus contratiempos, nos seduce con un uso ejemplar de la palabra poética. El pensamiento vertical que se respira en sus versos, lo que toca el suelo después de tocar el cielo, nos describe sutilmente la tristeza, la añoranza, la complacencia, la quietud, la locura... siempre acompañados de alguna arritmia, de algún tropiezo como excusa para columpiarse en un instante arraigado al sentimiento más puro. |