El artista moderno adquirirá un papel absolutamente nómada. Impulsado tanto por el deseo de conocer los grandes centros artísticos como por los exilios derivados de las agitadas circunstancias sociales que atraviesan las centurias, los artistas se ven impelidos a un constante devenir. Pero, sea cual sea su motivación, forzado o buscado, en el viaje anida también una aspiración al reencuentro con uno mismo. Fuertemente a partir del siglo XVIII, el viaje se revela una manera privilegiada de introspección. Si Rousseau se refería a él como esas heures de solitude où je suis pleinement à moi, en los escritos de Friedrich o Schlegel se hablará del heroísmo del viaje ligado a la identidad intrépida del artista. Este vínculo no hará sino estrecharse en lo sucesivo. |