La de La boca de la tierra es una poesía de naturaleza insurgente. Porque aquí la naturaleza habla, murmura, grita o blasfema con ironía en el eco de las campanas. Se esconde en las ruinas, donde recuerdan y sueñan los caballos insumisos de Chagall. Es una naturaleza que abarca las personas humanas y las no humanas, y también las entrañas de las máquinas: la melancolía de la báscula de Ohio, el rencor de los tractores en las granjas abandonadas... Y abarca el lenguaje, las palabras que escarban boca arriba, que llueven con los pies descalzos y luchan contra la extinción en la línea fósil del horizonte. |