El estudio de las elites ha dado ya muchos y buenos frutos en materia historiográfica. Un modo de contribuir a la comprensión de fenómenos de largo alcance es ampliar el interés por detectar a quienes por definición las constituyen. En las páginas de “Las elites en la vida política” —primera sección de este libro—, además de aquilatar la índole de algunos de esos frutos, se dan cita temas que remiten a esas minorías cuyos pensamientos y acciones repercuten en la experiencia de las mayorías. Así, una experiencia personal, el tema de la representación política, las ideas sobre proyectos económicos, la deuda en las relaciones internacionales, los debates sobre educación, el impacto de las ideas científicas en el gobierno, las voces del cuarto poder, e incluso la confrontación entre líderes y héroes cuando de lo que se trata es objetar la diferenciación social, son ocasiones para atisbar su presencia. En un horizonte distinto pero no lejano, la sección “Las elites en la vida cultural” integra cuestiones tales como: el mundo de las academias que se erigen como centros de saber en las áreas neurálgicas de la lengua y la historia; las actividades literarias que procuran el reforzamiento de la identidad y las que se empeñan por proyectar la transición de los tiempos; los recursos de la narración histórica que inciden en la determinación de lo propio, y el papel de los grupos que, deudores ya de una preparación privilegiada, se erigen en salvaguardas del patrimonio nacional. Todo ello dentro de un marco que, de mediados del siglo XIX a la cuarta década del XX, brinda la oportunidad de mirar a México y a España en comunicación constante. |